Olvés, municipio pequeño de la provincia de Zaragoza, en la margen izquierda del rio Jiloca dentro de la comarca de Calatayud.
Es el pueblo donde nací, donde acudo una o dos veces al año. Un Olvés de suave brisa pero donde no fluye el aire, donde el olor a rancio impregna todo, mancha a sus gentes, graffitea a los veraneantes y aplasta todo lo que se mueve. Es el peso de un pueblo que no va a ninguna parte, donde la carretera se acaba. Demasiado peso por soportar. Esta carga será su bote salvavidas, cuando todo este machacado Olvés resplandecerá, cuando ya no haya un sitio virgen que visitar este pueblo podría brillar.
Realmente no conozco muchos pueblos donde el camino acaba y no continua, siquiera algo hacia otra parte, todos los caminos llevan algún sitio, pero el camino que lleva a Olvés se acaba en él. Esa es su belleza y su desesperación, esto es un hecho que lo hace grande y un hecho que lo hará morir.
Probablemente la enfermedad de nacer en un sitio así no se cure nunca, solo vivimos con ella, la llevamos encima, luchamos contra ella, pero nunca vencemos, algunos se cambian de nombre, otros, cuando se sueltan de la presa no vuelven jamas. Otros se curan durante el año y cuando vuelven un momento vuelven a enfermar. Así es este pueblo, divino, dulce y peleón.
Un pueblo de contrastes y escondido, un pueblo rico en tierra, en paisaje, en rocas, en cultivos, de gentes individualmente sencillas, honestas pero con el cachirulo tapandoles la cara. No es culpa suya, soportan la presión del aire, y es que este no corre, no se mueve, Olves lo tapona, lo encierra y no le deja salir.
No intentes entender este texto, solo es parte de un proceso de cura que dura ya más de cuarenta años y no tiene visos de acabar. Disfruta de estas fotos, por que la visión estética de Olvés es linda, cuando menos única e infinitamente limpia de todo, por que Olvés es un pueblo de vida y de muerte y no a todos dejamos entrar.
Pueblo de muy pocos habitantes, es muy probable que en invierno no lleguen a 70 personas,
el termino es agreste pero de tierras fértiles de secano.
Iglesia de Nuestra Señora Maria La Mayor. Inmensa iglesia construida sobre un
antiguo castillo, probablemente del Siglo XVII. Actualmente en ruinas, acabará
cayendose. No existe ningún interés ni en recuperarla ni en poner en marcha
el proceso de restauración necesario para evitar esto.
El término de Olvés abarca desde la Sierra de Pardos hasta el mismo valle del Jiloca
El té de Roca en Olvés es una planta muy conocida y usada por los lugareños.
Jasonia glutinosa, té de roca, Té de Aragón. Es una planta protegida que los
Olvesinos mantienen muy bien por que saben cortarla, no arrancarla para que siempre vuelva a brotar.
Preciosos valles, llenos de cerezos, almendros, viña, etc. Tierras rojizas, de secano y muy fértiles.
Como las tierras se van abandonando, solo lo más fértil permanece cultivado.
Poco a poco los cultivos se reducen al valle y las carrascas y los pinos van poblando el resto.
Sorprende en las rocas la existencia de lavanda, ruda, hinojo, te de roca, espino albar, genistas, etc
Limpio, todo impecablemente limpio.
Zona denominada La Peña de Olvés, un punto estrategico dominante. Precioso, lleno
de vida. Nadie lo ve pero yo sí. Desgraciadamente ni la abundancia de ruda en la
zona le va a librar del mal de ojo que acecha esa zona en forma de molinos de viento.
Vista desde la Peña de Olves, al fondo el pueblo, más lejos, Maluenda y Velilla del Jiloca.
Al fondo la cara sur de la Sierra Vicor.
Caminos vacios, siempre vacios.
Peirones marcando caminos y penitencias. Peirón es una palabra local aragonesa,
significa lugar de culto, lugar de humillación, hay que arrodillarse y rezar.
Antiguas cuevas donde siempre nos han contado que moraba gente.
Este es un pequeño homenaje al pueblo donde nací.
Fotos de Carlos Morales